domingo, diciembre 28, 2008

ÉXTASIS

A LOS QUE TOMAN MIS ESCRITOS SIN PERMISO, VAYA ESTE CUENTO GÓTICO, CHICOS, RECUERDEN PONER MI NOMBRE EN LA AUTORÍA
GRACIAS
VIVIANA GLADIS ÁLVAREZ



Avenida Corrientes estaba intransitable aquel viernes. La vida transcurría en cámara lenta para Pablo. Apostado, como siempre, en la misma mesa del bar de la esquina de Florida. Observaba a la gente. Eran su inspiración. Nuestro Pablo era (o es ) escritor.
Algunos libros publicados lograron algo de reconocimiento y poca plata. Pero a Pablo poco le importaba. Había pasado ya la excitación del primer libro, de las primeras firmas. De la Feria y las primeras entrevistas.
Pensaba que todo era efímero (¿será?).

Y así discutía con él mismo, sobre los avatares de esta vida (de las otras también). Le gustaba enmarañarse en largas discusiones sobre vida y muerte, poesía o prosa, rubias o morochas, Baudelaire o Borges. ¿Tal vez Cortázar?
Con los pocos amigos que frecuentaba, también adoraba debatir. Debatirse, en realidad, era su deporte favorito. Vivir al margen, sin ser marginal. Estar al límite, aun siendo cobarde.

Entregaba el alma ante la hoja en blanco. Juego preliminar en una sábana de rasados renglones. Ideas. Palabras. Mate, cigarrillo, nada. Hasta que, exultante copula una idea y jadeante se desploma sobre la hoja.
Hacía tiempo tenía vaga idea del cuento. Su mente, paralizada en el desierto de las no imágenes, deambulaba harapienta en un limbo. Las hojas pasaban del borrador al embotamiento.

Aquella madrugada despertó excitado ante el huracán de ideas. Se sentó frente a la computadora y deslizó los dedos.
Poco a poco, el relato toma vida. Medioevo, castillos, dragones, caballeros. Una dama. Por quien enloquecían, luchaban y morían. El ruido de las espadas, todo listo para una justa. Allí sentada, ella.

Los dedos de nuestro escritor cabalgan sobre el teclado, ávidos por vencer. La transpiración le oscurece el rostro. Pablo se deja envolver por aquella historia. La armadura es pesada.

La dama ató el pañuelo a la lanza de Sir Paul. Luego de haber derrotado a todos los contrincantes, giró a buscar el rostro de su amada, quien sonreía orgullosa.

Los dedos de Pablo, no paran sobre el teclado. Está posesionado dentro del cuento.

Las trompetas aturdían en su honor. El rey en persona le rindió homenaje. Sir Paul junto a su dama presidieron la mesa. Allí estaban los caballeros que había derrotado. Todos reían y aclamaban al futuro consorte de la princesa.

Pablo cree oír el teléfono, pero no responde. Debe describir el banquete, la futura boda y su nuevo reinado al morir el rey.

Todo era perfecto. El pueblo lo vivaba, su dama le sonreía, el reino lo amaba. De pronto, una negrura tapó el sol. Un fuerte aleteo sembró pánico, la gente comenzó a dispersarse.
Tarde, Dregor, el viejo dragón, despertó de su letargo. Ávido de víctimas resopló hasta quemarlo todo, partió con la dama entre sus garras.

Sentía un inflamado calor, febrero de lluvias y termómetros elevados, frente a un teclado cada vez más urgente.

Una suave brisa conjuró las cenizas.


©Viviana Álvarez

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