lunes, diciembre 21, 2009

CUENTO EN TRES ACTOS (Segunda Parte)

 

scozia_borthwick1EDIMBURGO

SEGUNDA PARTE

 

                     UN POCO DE HISTORIA

 

Recién cuando dejó de sentirse como caballo desbocado, Taylor comprendió el giro que acababa de dar su vida.  Sí, sentía el débil alivio de casi no acordarse de ella, y eso lo ayudó a sobrellevar su nueva condición.

El primer cambio vino de la mano de un viaje a Irlanda, su añorada tierra natal.

Tal como le había prometido Benjamim, la casona de piedras junto a los acantilados constaba de innumerables habitaciones, sirvientes, lujosos muebles y la mejor bodega del lugar. Todas las noches concurrían a excéntricas fiestas, cuando no las daban ellos en la mansión. 

Lentamente, Taylor  fue disfrutando de la inmortalidad. No quería adentrarse en profundos interrogantes sobre pasado y futuro, pero reconocía que la idea del “para siempre”, lo tenía fascinado. Mas allá de cambiar sus hábitos alimenticios, su vida prosiguió de noche.

 

Era una época de cambios en las islas. Desfilaba 1746, en Escocia se acababa de librar la sangrienta batalla de Culloden y la tierra pasó a poder de Inglaterra. En su país el derramamiento de vidas era insostenible y Benjamin se sintió muy afectado. Decidió entonces visitar su patria.

En algo más de doscientos años, era la primera vez que se separarían, pero su orgullo escocés en ese momento se imponía. Así las cosas, en octubre Taylor quedó en la mansión de Dublin, extrañando profundamente a Benjamin, quién fue imposible convencer de lo contrario.

 

Cuando arribó a Edimburgo, encontró un país devastado, ¡ni siquiera podían hablar gaélico!. Apenado y muy hambriento, alquiló una  habitación en la primera posada que se cruzó. Luego de beber un no muy buen vino, salió para conocer la locura que envolvía a su país. Camino calle abajo, se topó con un joven que salía  de una oscura taberna.

Los rojos bucles lo hechizaron y decidió iniciar una amable conversación, que por supuesto, varios vinos de por medio, acabó en un cuarto entre sábanas y suspiros estridentes. Cuando el apetito llegó a su clímax, Benjamin lo abrazó y ahondándolo salvajemente, posó la boca sobre aquel blanco cuello.

Luego de vestirse con la pulcritud característica, mientras el muchacho yacía en el piso, Benjamin partió colmado. Debió volver rápido a la posada, pues casi era de madrugada y necesitaba su ataúd.

 

La noche siguiente pudo resistirla sin alimentarse, así que se dedicó a recabar información y fue así como entró en contacto con miembros de la Golden Dawn y otras sociedades secretas que intentaban hacer algo. 

Setenta y cinco años deambuló por las Highlands, cambiando muchísimas veces el lugar de residencia. Setenta y cinco años durante los cuáles participó en movimientos independentistas, dejando varios romances truncos debido a su excesivo apetito.

 

En Irlanda las cosas no iban bien. Le costó mucho a Taylor la ausencia de su compañero, nadie lo entendía ni hacía el amor tan bien como él. 

Pasó largos días encerrado en su ataúd, solo salía para alimentarse y volver a la casa. El primer año, tuvo la penosa sensación que sintió cuando ella lo abandonó. Suspendió las fiestas y se convirtió en un ermitaño. Sólo se alegraba con las cartas de Escocia. 

Cuando tomó la decisión de esperar que su amado regresara, volvieron en él las ganas de diversión y lujuria.  Reanudó su participación en  sociedad, alegrando a los jóvenes.  Lentamente volvieron a desfilar por su cama los más hermosos muchachos y muchachas de distintos condados. Pero Taylor no buscaba enamorase.

 

 

Eran años durísimos para la isla, las luchas por liberarse de los británicos se agudizaban a diario, hasta  se vió envuelto en algún que otro choque con las tropas enemigas. Hervía en él el mismo fervor patriótico por su tierra que el de Benjamin. Cargó varios ingleses a su cuenta.

 

Pero no era feliz. Sufría una encarnizada controversia interna.

©Viviana Álvarez

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