domingo, diciembre 27, 2009

me desentiendo de la vida

angel blanco y negro

 

 

me desentiendo de la vida

ante el ruiseñor que no canta

 

©Viviana Álvarez

 

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huís de la ausencia

 

23

 

 

huís de la ausencia

en alas de gárgolas

que petrifican tu nombre

 

©Viviana Álvarez 

 

 

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lunes, diciembre 21, 2009

CUENTO EN TRES ACTOS (Primera Parte)

 

castles4

 

PRIMERA PARTE: 

                                     EL COMIENZO

 

 

-Buenas noches- dijo con las gotas  aún cayéndole  por la frente.

Dublin era una ciudad pródiga.

Benjamin estaba en el balcón, observando la magnificencia de los acantilados. Sin darse la vuelta, su voz traspasó el aire:

- ¿cómo fue la noche, compañero?, veo que plena - dijo, girando y deteniéndose en las gotas  que no paraban de fluir.

Era astuto y audaz. Rubio y con hermosos ojos rubí, que se tornaban esmeralda cuando se enfurecía o estaba demasiado ávido. Taylor, tan fuerte como su creador,  poseía larga melena roja y ojos color arena.

Se había hecho vampiro por casualidad.

Una noche luego de una borrachera, se sometió a las promesas de Benjamin, quién  se había enamorado de él a primera vista.

 

Toda una vida solitario, excepto por aquellos años compartidos con ella.

Ah! ¡Qué difícil olvidarla!.

¡Cada poro tiene su perfume, sus manos sólo reconocen su piel, sus ojos no distinguen a nadie más! ¡Qué feliz fue a su lado! Adoraba caminar de su brazo por las calles de Londres, admirado por el resto del mundo. ¡Qué hermosa pareja formaban!

La única felicidad que Taylor llegó a conocer, fue con ella.

Aún no se recupera de su pérdida.

 

En el momento que  esa oscuridad estaba instalándose en su alma, cuando su abandono lo regresó a un estadío primitivo, Benjamin se le presentó.

Borrosamente recuerda que fue en una de esas nebulosas noches londinenses.  Intransitables.

Caminaba ebrio por las callejas  que conducían a la Torre Blanca, esquivando ratas y algún que otro gato negro, sin prestar atención a nada. Todo le daba igual. Antes que el padecimiento de su ausencia  y el recuerdo de la partida a América en compañía de aquel inglés atildado y rico, que conoció durante la semana que él tuvo que viajar a Southsampton.

Cuando pasaba frente a London Tower, no prestó atención al  graznido de los cuervos ni a la sombra que, recelosa, iba detrás de él. Detuvo la marcha para escrutar el edificio. Siempre sintió atracción por éste. Cada vez que pasaba por allí, le parecía oír los gritos de aquellos, que vieron el sol por última vez al trasponer la pesada puerta.

 

Se sentó en una de las piedras que daban al Támesis, de espaldas a la Torre, cuando de la nada surgió Benjamin y se sentó a su lado.

-¿Qué quieres, mi dinero  o mi vida?- preguntó Taylor.

-Digamos que no necesito el primero y te ofrezco mejorar la segunda- respondió Benjamin haciendo un esfuerzo por desviar la vista de aquel cuello.

-A menos que seas brujo y celebres un potente conjuro, no creo que mi vida, si es que a esto lo puedo llamar así, pueda ser mejorada. – fue la amarga respuesta que ofreció Taylor, que hasta ese momento ni siquiera había levantado la vista.

-Puedo cambiarla y hacer que sea digna de ser vivida, rodeado de placeres y lujos, bellas criaturas que te harán olvidar las penurias que padeces. Te ofrezco un lugar donde vivir cómodo, criados a tu disposición y gloria. Haz de recorrer el ancho mundo sin que quede piedra que no haya conocido tus pasos. – ofreció Benjamin, cada vez más cerca de las tenues venas azules de su ahora azorado oyente.

Una desconsolada mueca que quiso simular una sonrisa fue la única respuesta que pudo esbozar Taylor, entre incrédulo y confundido. Luego de un pesado silencio, preguntó:

-¿Y cómo es que te propones cumplir tu ofrecimiento?-

Los ojos de Benjamin, que lentamente se iban trocando esmeralda, se fijaron en las oscuras aguas.

-No te ofrezco un conjuro, nada más lejos de un brujo que yo. Te ofrezco la inmortalidad sin pedirte nada a cambio.-

-Es atrayente – dijo Taylor entre incrédulo y sorprendido, - pero no me has dicho aún como podrás cumplir tantas promesas tentadoras. Ni la bondad ni la piedad  existen, son inventos de algunos religiosos. Nadie sobre esta tierra hace algo por otro ser humano sin pedir una moneda de cambio- Recién en ese momento Taylor miró a su interlocutor. Percibió en él algo pretérito y desmedido en la fuerza de su alma.

 

¿De su alma?.

 

-Hablaste de bondad entre seres humanos- dijo por fin Benjamin. –En ningún momento la he nombrado. Mi nombre es Benjamin Mc Fellow, nací en 1326, un soleado día de agosto.-

-Has bebido mucho más que yo, hombre. Eso sucedió hace mas de doscientos años.- dijo todavía inocente Taylor Loughness.

-No he bebido, de hecho, detesto los bodegones que sueles frecuentar, y la fecha que dije es correcta. Soy vampiro. Dejé la mortalidad hace ya doscientos diez años, y realmente es algo que no extraño para nada. Era tan infeliz como tú, hasta que recibí la misma oferta que te hago esta noche, desde ese momento supe lo que era disfrutar a lo grande sin tener en cuenta que un día todo terminaría, ya no. Si decides aceptar, aunque un tanto doloroso al principio,  disfrutarás de  todo y más -

 

-¿Y si me niego?- preguntó intranquilo Taylor.

-Beberé tu sangre hasta dejarte sin una miserable gota en el cuerpo, total mañana, para cuando te encuentren, serás un borracho más flotando en el río- respondió  Benjamin ya sin poder controlar su apetito.

-Es una burda amenaza, tu demencia no tiene límites.- fue la parca respuesta de Taylor que se estaba incorporando.

No había dado cinco pasos, cuando Benjamin saltó sobre él. En vano trató de luchar, su oponente era demasiado fuerte. Rodaron por la sucia calle y recién cuando las fuerzas de Taylor estaban al límite, Benjamin se incorporó.

 

Limpiándose la boca con su pañuelo de encaje lavanda , repitió la propuesta.

 

 

  ©Viviana Álvarez

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CUENTO EN TRES ACTOS (Segunda Parte)

 

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SEGUNDA PARTE

 

                     UN POCO DE HISTORIA

 

Recién cuando dejó de sentirse como caballo desbocado, Taylor comprendió el giro que acababa de dar su vida.  Sí, sentía el débil alivio de casi no acordarse de ella, y eso lo ayudó a sobrellevar su nueva condición.

El primer cambio vino de la mano de un viaje a Irlanda, su añorada tierra natal.

Tal como le había prometido Benjamim, la casona de piedras junto a los acantilados constaba de innumerables habitaciones, sirvientes, lujosos muebles y la mejor bodega del lugar. Todas las noches concurrían a excéntricas fiestas, cuando no las daban ellos en la mansión. 

Lentamente, Taylor  fue disfrutando de la inmortalidad. No quería adentrarse en profundos interrogantes sobre pasado y futuro, pero reconocía que la idea del “para siempre”, lo tenía fascinado. Mas allá de cambiar sus hábitos alimenticios, su vida prosiguió de noche.

 

Era una época de cambios en las islas. Desfilaba 1746, en Escocia se acababa de librar la sangrienta batalla de Culloden y la tierra pasó a poder de Inglaterra. En su país el derramamiento de vidas era insostenible y Benjamin se sintió muy afectado. Decidió entonces visitar su patria.

En algo más de doscientos años, era la primera vez que se separarían, pero su orgullo escocés en ese momento se imponía. Así las cosas, en octubre Taylor quedó en la mansión de Dublin, extrañando profundamente a Benjamin, quién fue imposible convencer de lo contrario.

 

Cuando arribó a Edimburgo, encontró un país devastado, ¡ni siquiera podían hablar gaélico!. Apenado y muy hambriento, alquiló una  habitación en la primera posada que se cruzó. Luego de beber un no muy buen vino, salió para conocer la locura que envolvía a su país. Camino calle abajo, se topó con un joven que salía  de una oscura taberna.

Los rojos bucles lo hechizaron y decidió iniciar una amable conversación, que por supuesto, varios vinos de por medio, acabó en un cuarto entre sábanas y suspiros estridentes. Cuando el apetito llegó a su clímax, Benjamin lo abrazó y ahondándolo salvajemente, posó la boca sobre aquel blanco cuello.

Luego de vestirse con la pulcritud característica, mientras el muchacho yacía en el piso, Benjamin partió colmado. Debió volver rápido a la posada, pues casi era de madrugada y necesitaba su ataúd.

 

La noche siguiente pudo resistirla sin alimentarse, así que se dedicó a recabar información y fue así como entró en contacto con miembros de la Golden Dawn y otras sociedades secretas que intentaban hacer algo. 

Setenta y cinco años deambuló por las Highlands, cambiando muchísimas veces el lugar de residencia. Setenta y cinco años durante los cuáles participó en movimientos independentistas, dejando varios romances truncos debido a su excesivo apetito.

 

En Irlanda las cosas no iban bien. Le costó mucho a Taylor la ausencia de su compañero, nadie lo entendía ni hacía el amor tan bien como él. 

Pasó largos días encerrado en su ataúd, solo salía para alimentarse y volver a la casa. El primer año, tuvo la penosa sensación que sintió cuando ella lo abandonó. Suspendió las fiestas y se convirtió en un ermitaño. Sólo se alegraba con las cartas de Escocia. 

Cuando tomó la decisión de esperar que su amado regresara, volvieron en él las ganas de diversión y lujuria.  Reanudó su participación en  sociedad, alegrando a los jóvenes.  Lentamente volvieron a desfilar por su cama los más hermosos muchachos y muchachas de distintos condados. Pero Taylor no buscaba enamorase.

 

 

Eran años durísimos para la isla, las luchas por liberarse de los británicos se agudizaban a diario, hasta  se vió envuelto en algún que otro choque con las tropas enemigas. Hervía en él el mismo fervor patriótico por su tierra que el de Benjamin. Cargó varios ingleses a su cuenta.

 

Pero no era feliz. Sufría una encarnizada controversia interna.

©Viviana Álvarez

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CUENTO EN TRES ACTOS (Tercera Parte)

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TERCERA PARTE :

                                 FINAL SIN FIN

 

 

Su amor por Bejamin, ¿era más fuerte que su patriotismo?

Así pasaba los días debatiéndose entre interrogantes, que lo aprisionaban en estentóreos ataques de ira, o de llanto. No podía ser ajeno al sufrimiento de su tierra, tampoco evadirse de su condición de vampiro. Ni del amor o la fidelidad hacia su creador.

 

Una calurosa noche de 1930, Benjamin retornó.

- ¿Cómo estás mi querido Taylor Laughness? – sonó la atronadora voz.

Incrédulo, no quiso darse vuelta.

-¿Acaso no has de darme la bienvenida al hogar?- susurró Benjamin.

- Temo que sólo sea una ilusión.- contestó Taylor con brillantes lágrimas carmesí fluyendo.

-Por supuesto que soy el mismo Benjamin Mc. Fellow que partió hace años. El mismo que no pudo estar un día sin pensarte o extrañarte, el mismo que vuelve a ti para ser feliz. Tal como lo prometí siglos y siglos atrás.- fue la delicada respuesta.

Se abrazaron largamente mientras contaban por lo bajo sus sensaciones de soledad. El amanecer enrojeció el cielo, y era esa una escena vedada a aquellos seres.

 

Aquella noche todo era alegría. Sentimiento que percibían y les dejaba esbozar alguna sonrisa.

Yacieron en sus ataúdes hasta la noche, soñando con tantos años de penas, de luchas y la sensación que aún quedaban cosas por terminar. 

En 1931, recorrieron el mundo.

Compraron propiedades en cada país que visitaron.

Esto era todo un problema, debían cambiar los nombres, nacionalidades y edades. Reciclaron las casonas que ya tenían desperdigadas con el paso de los siglos, adecuándolas a las épocas que corrían.

 

Las luchas en las que participaron antaño, dejaron huellas. Avanzaba el modernismo y lograron adaptarse. No sólo en las vestimentas, también en sus hábitos. Aceptan otros alimentos y, para su sorpresa, poco a poco, resistieron el sol.

 

Allá por los sesenta, hubo un par de separaciones más. Benjamin se instaló en Estados Unidos de América, Taylor en Inglaterra. Sus actuaciones políticas fueron más notorias.

Descubrieron que un par de vampiros podían hacer mucho. Algunas cosas que para los mortales eran problemáticas, para ellos no.

 

En 1975 cruzaron sus caminos. Ya no existía amor. Sí un profundo respeto y cariño. La vida los había llevado a contraer distintos compromisos en los países de residencia.

 

En los noventa sobrevino la separación que aparentaba ser definitiva.

 

Los recovecos del destino, que también rige a los vampiros, los asoció de una manera impensada en 2003. Cada uno, se reencontró entre primeras planas, bombas y críticas mundiales, en Irak.

©Viviana Álvarez     
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viernes, diciembre 11, 2009

MINICUENTO

 

ella-trata-de-recordar

Sabía que el sol no saldría. Espantado en su oscuridad, miró de soslayo la ventana.

 

©Viviana Álvarez

 

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desde noches pobladas de espanto

destierro

desde noches pobladas de espanto

viene tu voz

acallando ecos

y cantan las aves

    mudo salmo

a tu silencio

 

©Viviana Álvarez

 

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acuna tu mirada

 

crow45full

acuna tu mirada ancestrales

silencios y ritos en palabras

se desliza intensa desde abismos

hacia cumbres

donde vuelan alondras

y se aleja la noche

hambrienta de lunas

©Viviana Álvarez 

 

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martes, diciembre 01, 2009

desde andenes sin trenes

 

 

fondos-angeles-p

desde andenes sin trenes

y vientos que no esperan

allana la locura

                           mis reconditudes

©Viviana Álvarez 

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arrebato de mis manos

 

alicebywrednaoc8

arrebato de mis manos

la locura

 

incierta fugacidad

de adagios sobre

el sino que acompasa

esperas

 

©Viviana Álvarez

 

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