domingo, abril 23, 2017

Carta de presentación























Me quedaré entonces con mi  locura consecuente. Por creer en duendes, algunos me llaman loca. ¡Ah!, efímeros humanos, pragmáticos y terrenos. Por buscar la lógica, pierden la belleza de lo que desconocen. Y se proclaman jueces de nosotros, los locos.
¿Quién dibujó el límite que nos separa de ellos?
Carentes de iniciativa, reniegan de la rebeldía y siguen arcaicos preceptos que evitan su crecimiento.
Pobres almas encerradas en pertrechos de carne humana, sin conocer siquiera el significado de semejante término. Nadan en profundidades de permisos y preconceptos.
Temen al alto vuelo que tenemos los locos.
Jauría de carencias que llaman formalidad. Si llueve no se mojan porque amar la lluvia resulta de anormal. Ni se abrazan muy seguido porque no es la norma social.
Tampoco se aman como EL FLACO (¡qué locura decirle así al Señor que está en los Cielos!) nos enseñó. En algún cruel recodo de sus vanos caminos olvidaron que no es necesaria la iglesia si se Lo ama de verdad.
Parece ser de locos, también reírse con sinceridad, carcajadas  al viento, espontánea muestra de felicidad.
Mas asimilé en esta senda, a elegir mis decisiones, aprender si me equivoco, disfrutar si acierto el rumbo, llorar si tengo ganas, reír hasta que duela el cuerpo.
De elecciones hablo muy seguido, recuerden que estoy loca, y por este estado de conciencia alterada, imagino paisajes, historias y algún que otro personaje, que gracias a la locura que Dios me regaló, puedo plasmar en papel.
Hablar siendo sincera también está mal visto, cultivar el niño interno es potente signo de inmadurez. Si no soy pera ni manzana, ¿por qué he de madurar?
Mi camino está trazado, he de ser loca para siempre, y si algún formal no me toma seriamente, ¡desdichado ser! Ha de quedar anclado en este páramo de mediocridad y sensatez.


©Viviana Álvarez