viernes, febrero 29, 2008

HAIKU


Días soleados
virtud de la oscuridad
senda pesada.



©Viviana Álvarez

HAIKU


Noches en fuga
alondra mañanera
el vidrio roto.



©Viviana Álvarez

ATEMPORAL




Roberto era un típico habitante de la city. Apurado, ajetreado, constipado y melancólico. Siempre madrugando, rezongando por el reloj, el agua caliente, el café quemado. Por el colectivo que no llega, el paro de trenes, los subtes mugrientos y los pibes de la calle. Bufando por el laburo atrasado, el jefe histérico, las compañeras menopáusicas, los colegas mas jóvenes y pintones que él. El característico agrieta de la oficina. Formal hasta la medula.
Se había divorciado hacía diez años, los hijos ya estaban grandes y fracasaron un par de parejas que intentó sostener. Harto de apostar fichas, se decidió por la soledad.


-“Total, todas las minas son iguales”- solía conformarse por una decisión compulsiva que no le sentaba nada bien.


Y así andaba por las calles, con cara de traste todo el tiempo, frustrado, porque, convengamos que los hombres solos no son la mejor de las recetas.
Rutinario al mango, iba siempre al mismo café, pedía siempre lo mismo y se sentaba indefectiblemente en la misma mesa.


Justo aquel día de lluvia, levantaron las miradas al unísono y se sonrieron, se escrutaron, se dieron vergüenza y entablaron una conversación. Se contaron sus cuitas, llenas de sueños por cumplir, afán de felicidad y cosas que olvidar. Se había hecho tan tarde, que juntos se perdieron por la ciudad.


Terminaron la noche entre sábanas, hicieron el amor con soltura y salvajismo, con desenfado y locura. Todo lo que nunca intentaron antes, lo hicieron realidad aquella madrugada, entre suspiros inciviles y caricias vaporosas.


Cuando sonó el despertador, Roberto no fue a la oficina. Partió de shopping. Se compró jeans, remeras, zapatillas, hasta un reloj de pulsera más piola.


Y un sugestivo conjunto de lencería negra para él.


©Viviana Álvarez

PASIONES ENVILECIDAS


Domingo, treinta y cinco grados. Puertas cerradas, Juan impaciente. En la calle transversal, Pedro también. Ábrete sésamo y entran. Desordenados ocupan sus lugares, en azul y oro, en blanco cruzado de sangre. El sudor es dueño de la tarde.
Sube la temperatura. Se inquietan los ánimos. Papeles más desánimo son una ecuación imperfecta. Juan nervioso, no se siente bien. Pedro exaltado, dueño de la victoria.
Los gritos rompen el ambiente festivo. Tiembla el piso, el cielo ennegrece.
Presagioso.
Juan se aleja, perdido. Alcohol en sangre, nieve en la nariz.
Pedro contento, el triunfo lo toca como gaviota hambrienta.
No sabe quién puso una rosa bordó en su estómago, viscosa y caliente.


©Viviana Álvarez

sábado, febrero 16, 2008

lanzo piedras al olvido...


lanzo piedras al olvido
para que borre huellas
de pasadas eras

camino hastío
transito páramos
y la silente mueca
que devuelve el muro

avasallo sierpes
en noches de luna
que amarran mis manos
a pesadas cruces

nunca supe de cantos de sirenas
o de incólumes estatuas
que pujan sangre
en mares hueros

©Viviana Álvarez

por qué retorna tu procacidad...


por qué retorna tu procacidad
entre mis sábanas
si es aurora la luna
que ilumina soledades

por qué los árboles significan
pecados marginales
cuando sus ramas
avientan cenizas enlodadas

por qué empeño mis ojos
en buscarte en gentíos
si la lluvia decanta
tu recuerdo en aceras enlutadas

©Viviana Álvarez

te parieron en sombras...


te parieron en sombras
anunciando tu futuro yerto

pertrechás soledades
en violentas esquinas
donde un paco
silencia la vida

escarnio de baldosas flojas
tus ojos sin cielo
duelen ocasos
en andenes abiertos

y llega tu hora
de desdicha infame
y pies mugrientos

cuando todos te miran
mientras morís de espanto

©Viviana Álvarez

domingo, febrero 03, 2008

pregunté a los vientos...


pregunté a los vientos
por qué el amor
evade mi ruta

por qué en soledad
enhebro cuestiones

se aquietaron las hojas
callaron los peregrinos

tan sólo silencio
un inevitable suspiro

©Viviana Álvarez