Alguna vez tuve raíces aferradas en arena. Alguna vez fui parte de un núcleo que supuse, cuando niña, mío.
Vagas creencias infantiles cuando los Magos dejaban juguetes y se llevaban pasto y agua. Sublimes vidrios coloreados donde la imagen se difuminaba en retazos hasta dibujar un caleidoscopio imposible de disfrutar.
Esencia de pertenencia social, según dicen por ahí, que nos hace sentir seguros. Cuentos de hadas y rosas. Nunca espinas. Tal vez exactamente lo inverso.
¿Qué cuando es lo contrario y la no pertenencia arrecia sus fauces? ¿Qué cuando la extranjería se adueña de sentimientos y sensaciones?
Y uno se convierte en Quijote sin Rocinante ni Sancho capaz de soportar las lágrimas.
Supongo que alguna vez creí tener raíces que me aferraron a ideales infantiles, cuando los mayores eran ídolos.
Lástima los pies de barro.
©Viviana Álvarez