A veces se nos pasa el reloj como hierba entre sensaciones idas. No darnos cuenta es irreparable. El segundero no retrocede y el frío cala profundo nuestros huesos arrepentidos. Tarde.
A veces demoramos en pronunciar vocablos aunque sepamos alfabetos de otros mundos. Y la boca gime, musita y se esfuerza, más no acuden voces a conjugar lo que desborda la piel. Tarde.
A veces bajamos la mirada porque nos arrepentimos de hechos pasados. Nuestra mano nos acaricia la frente, más, lastimera, la pena yergue bastiones para confrontarnos con espejos que olvidaron nuestra sangre.
Es cuando se cae en la cuenta, remanida y obtusa, de los interrogantes. Lanzar al viento preguntas, inquirir a los astros por demorados logros, por atrasados resarcimientos.
Tarde, tarde, tarde.