lunes, octubre 23, 2006

FOSFORESCENCIAS NOCTÁMBULAS

Invierno, todo se adormece y parece más grande, los ojos miran el mundo detrás de los vidrios empañados por suspiros. Noches largas, condensadas en la atmósfera rancia de no saber que hacer con las horas cansadas. Tal vez sea el teléfono el que desaletargue del espejismo, tal vez el timbre de la calle, (aunque nadie se anima a salir cuando el frío corta las mejillas), tal vez una ilusión auditiva y nada de esto suceda y sea la imaginación mentirosa la que juega con los sentidos faltos.
Agosto, invierno crudo, se acostó porque estaba aburrido, ni siquiera la lectura lo reconfortaba así que decidió apagar la luz y dormirse rápido (como si uno pudiera decidir estos asuntos). Cerrando los ojos, entró en una pesadez atípica, se dijo que estaba muy agotado, fue cuando el vértigo lo tragó en un espiral fosforescente. Cabeza para abajo, cabeza para arriba, giraba en una calesita negra. Dentro del espiral que en cada giro se iba ciñendo más contra el, como mujer urgente desnudándolo e invitándolo a besar su boca lujuriosa. Entonces el deseo y su sexo y las ganas y ella lo abrazó fuerte contra su desnudez con un gemido casi salvaje y el se sintió desfallecer en un quejido ahogado.

Y el espiral fosforescente y el aire que no llega y las sábanas de negro raso brillante.
Viviana Álvarez

1 comentario:

Anónimo dijo...

He llegado a través de otro blog a leerte, y me encantó tu escritura.
Un saludo cordial.
Alena.Collar.