viernes, abril 21, 2006

RELATO DE LA MAGIA Y UN HOMBRE


Esta es una lejana historia, que los chamanes del pueblo de Mandinga (nombre extraño para un pueblo si los hay), siguen relatando en la actualidad. Vamos a recordar primero, que este pueblo, está ubicado en algún lugar de algún país de nuestra maltratada América.
Se dice que hace ya mucho tiempo, un pastor encontró un almirez en las almenas de una casona abandonada. Esto no tendría nada de extraño, si no fuera porque el recipiente, estaba lleno de un líquido rojo y en su fondo, una piedra pardusca. Nuestro pastor, casi hipnotizado por los fulgores del líquido, lo llevó a su casa, guardándolo sobre un destartalado mueble.
Dicen que su vida continuó como de costumbre, cuando no estaba ocupado pastoreando sus pocas ovejas, se ocupaba en el trapiche que tenía en los terrenos del fondo, pasando una y otra vez las malvasias que crecían por doquier.
Extraía un vino riquísimo que comerciaba en los pueblos vecinos con muy poca ganancia. Pero la vida de nuestra gente, siempre fue más de lo mismo, aún en nuestros días.
Mucho trabajo, malas condiciones, poca ganancia.
Cuando no trabajaba, se sentaba en el pasto bebiendo guarapo hasta dormirse la siesta obligada.
Una noche, luego de la pobre cena, recordó de golpe, el recipiente encima del mueble y lo bajó. Casi de muere del susto, cuando notó que la piedra había cambiado de forma y tamaño. Sin dudarlo, se fue a la casa del sochantre (porque el cura venía una vez por mes) a contarle. El pobre hombre no supo qué decirle. No tenía idea de que se podía tratar, por lo que le recomendó visitar al viejo chamán al día siguiente.
Así lo hizo.
El anciano (en realidad nadie sabía su edad pues las tenía todas, y vivía en Mandinga desde siempre) fue a la casa del pastor y observó el recipiente con su líquido y su piedra. Luego de un buen rato, dijo:
- Hijo mío, esto es un anuncio en tu vida. Primero deberás trasvasar el líquido a una paila y dejarlo dentro de tu casa. Luego de un tiempo, no sé cuánto, tendrás una desgracia que se verá compensada con creces por una ganancia inmensa. Deberás ser paciente y fuerte.-
Pronunciadas estas palabras, el chamán se fue.
Con el paso de los días y viendo que nada sucedía, el pastor se fue tranquilizando y hasta se olvidó del asunto.
Y fue en ese momento, cuando no se acordaba de las palabras del chamán, que la carcoma invadió su plantación de malvasías reduciéndola a nada. Pero además, un incendio se llevó su casa, tan sólo se salvó la paila, con el líquido rojo y aquella extraña piedra que seguía cambiando de forma y tamaño.
Desesperado (como no se acordaba lo que el chamán había predicho), lloró hasta deformarse la cara y sin parar de golpear el trallazo en la fragosa superficie de un ombú que salió ileso. Deambuló como dormido por unas semanas, durmiendo de prestado, comiendo lo que podía, hasta que decidió volver.
Allí estaban, estoicas, las ruinas del rancho, el terreno vacío y la paila.
Cuando se acercó, estaba vacía y la piedra pardusca rota. Pero, de reojo vió algo moviéndose a su alrededor.
Era una falena.

Con sus patas había traído polen, semillas y otras yerbas, que esparció por el terreno ya curado. Nuestro pastor se sintió renacer. Ese mismo día inició la construcción de una nueva casa, cuidó sus recién nacidas malvasias a las que se agregó sésamo, siguió pastoreando sus ovejas y su trapiche, lentamente, comenzó a girar con más fuerza.
Sus vinos se convirtieron en los mejores de la región y llegó a ser afamado y reconocido por sus viñedos.
Los que perduran hasta hoy.


(Cabe aclarar para algún espíritu distraído, que esto es tan sólo un cuento, la realidad Americana, sabemos, es bien distinta. Es muy difícil que un pastor llegue a famoso viñatero en estas tierras que respiran sangre y matanzas.
Por lo demás, la magia está en cada uno de nosotros.)






1 comentario:

Avesdelcielo dijo...

Hermosa fábula. Creo que si dejáramos un poco de poner las esperanzas en los planes y en los proyectos humanso, y sacáramos del corazón la magia de cada uno, podríamos acercarnos a los sueños.
MARITA RAGOZZA