Desenterró la luna que albergaba debajo de la almohada. Aquella que acompañaba su de paso por esta vida. Cuando todo era fácil y existir no dolía.
Miró de soslayo la ventana entreabierta, odió las voces de pájaros y humanos. Añoró su ser primigenio que no sabía verdades a medias.
Encendió un cigarrillo, buceó en el humo, se perdió en vicios.
Acostumbrado a incertidumbres y ocasos, emprendió la marcha forzada. Volvió a odiar. A la gente que no lo miraba y al mundo que evadía su paso. Atravesó una marea embebido en imágenes pasadas. De memoria no recordaba el abanico de rostros y cánticos que envolvían esta trascendencia.
Siguió la marcha con renovado odio. Esbozó redención por males recibidos, intentó la empatía más no resultó. Convocado a su destino, posó su cuerpo desnudo sobre la piedra sacrificial.
©Viviana Álvarez
Miró de soslayo la ventana entreabierta, odió las voces de pájaros y humanos. Añoró su ser primigenio que no sabía verdades a medias.
Encendió un cigarrillo, buceó en el humo, se perdió en vicios.
Acostumbrado a incertidumbres y ocasos, emprendió la marcha forzada. Volvió a odiar. A la gente que no lo miraba y al mundo que evadía su paso. Atravesó una marea embebido en imágenes pasadas. De memoria no recordaba el abanico de rostros y cánticos que envolvían esta trascendencia.
Siguió la marcha con renovado odio. Esbozó redención por males recibidos, intentó la empatía más no resultó. Convocado a su destino, posó su cuerpo desnudo sobre la piedra sacrificial.
©Viviana Álvarez
2 comentarios:
hay sacrificios gratos e ingratos
el de vivir está bien
Vivi, que fuerte es éste texto, con la misma belleza de siempre y un final categórico. Felicitaciones . Un abrazo Merci
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