desde andenes sin trenes
y vientos que no esperan
allana la locura
mis reconditudes
©Viviana Álvarez
Porque la poesía es la vida misma, porque somos alma vagando en letras, porque cada gota de agua, al deslizarse, talla un poema. Por la vida, las letras, la poesía...
desde andenes sin trenes
y vientos que no esperan
allana la locura
mis reconditudes
©Viviana Álvarez
arrebato de mis manos
la locura
incierta fugacidad
de adagios sobre
el sino que acompasa
esperas
©Viviana Álvarez
dejo mis penas
en el regazo de tus sueños
mis ilusiones
a la vera de tu mirada
me quedo el tiempo detenido
caricia inconclusa
y el vasto eclipse
de una madrugada
©Viviana Álvarez
Copulamos palabras
nos apareamos entre paréntesis
y puntos suspensivos
hasta parir un poema
orgásmico
entre sustantivos,
comillas
y la obscena lascivia
del párrafo
inconcluso
©Viviana Álvarez
arrullé aquellas hojas
secas de tu alma
que acunaban otoños
donde vagaba tu triste
mirada
de ayeres inconclusos.
©Viviana Álvarez
Mis orígenes se pierden en los albures de la dicotomía. Olvidados recuerdos, progenie de niñez abstracta, cuando cada día enfrentaba dictámenes y vicios de valor, sin ser escuchada mi voz de rebeldía.
Mis años primeros existen en nebulosas de sueños. Muchos ven hoy la luz de la realización, puesto que mis pies dejaron el anclaje del no por el no; puesto que relegué en bolsas de apatía muchas piedras de la senda antaña.
Siento no tener raíces, nada que me aferre a antepasados, excepto algunas enseñanzas que quedaron en mi frente a fuego y las levanto, como Arturo alguna vez izó su estandarte de dragones.
Por más que hurgue en pliegues de mi alma, no hallo razón para mimetizarme con quienes fueron mi origen. Ni los idos ni los que quedan. Los unos fantasmas, la otra mueca de lo que no supo ser. Y aún así, destila irrealización en cada palabra hacia mí vertida.
Tan sólo y a mi pesar, me resta indiferencia.
©Viviana Álvarez
de tanto esquivar soledad
ya no hay nada que me espante
Ricardo Iorio, Almafuerte
de tanto transitar ciénagas
esteros y vados
de tanto andar entre
espinas
conserva mi alma
oquedades pasadas
cuando era solaz el aura
que colmaba oscuridad
©Viviana Álvarez
amo la osadía del instante
tus manos ungiendo
mi piel
amo los bordes
de tu cuerpo
el grito
sudor
el acto
humedad
mientras bebo de tu sangre
veneno
©Viviana Álvarez
(Vista de la Ciudad Sagrada de los Quilmes, tomada desde
El Fuerte.)
Ignorante de ancestros que no me pertenecen. A sabiendas del abandono y genocidio en pos de sumirlos en olvido, llego a este silencio antiguo.
Miradores, apachetas, morteros y viento. Restos de memoria en altas cumbres, resistiendo al predador de cruz y espada.
Ruge historia cada piedra, cada pirca rememora la vida cegada por sanguinarios ladrones de tierras y oro.
Remueve mi espanto, revivo su respiro, entonces, soy Tierra, Viento y Quilmes.
©Viviana Álvarez
Un homenaje a los 2000 indios Quilmes que, luego de reducidos por los “conquistadores”, fueron llevados a pie desde su tierra, Tucumán, hasta la actual localidad de Quilmes, Provincia de Buenos Aires.
Tan sólo sobrevivieron 400.
A Nicolás, nuestro guía en la Ciudad Sagrada de los Quilmes, un ángel descendiente de estos guerreros.
Quizá porque esta luna llena despierta mis ansias más oscuras. Y emerge, fugitiva, la ancestral conciencia de antiguos karmas.
Cuando vagaba mi sed de ser en ser, cuando era ritual el amor postergado. Vienen ahora fantasmas cercanos, con voces inalámbricas, en vano intento de poseer lo inexistente.
Pretenden con susurros desvanecer mis recuerdos, milenios de sombras en oscura fugacidad. Etéreas estirpes ignorantes de eternidad.
Quizá porque esta luna llena clavó su mirada en mí, absuelvo cruces y mortales, redimo culpas y retorno a morir, cada noche, de soledad.
©Viviana Álvarez
arropé distancia en voces
transité sendas que no sabían de atajos
desvanecí insomnios en ventanas
cancelé postigos para que no vuele el alma
cuando fue baldía la historia
y no había ángeles
lloré penas
exorcicé quimeras
intenté ser bruma
©Viviana Álvarez
apeó su alma
en los vórtices de la vida
fue simiente
en vientos
a destajo
derrapó vientres
en vanas aficiones
cuando el llamado
llegó a su encuentro
para ser raíz y nube
lujuria y nada
©Viviana Álvarez
descreo voces
que llegan a nombrarme
descreo ansias
que avasallan sentidos
creo en la finitud
del cielo
cuando evoca
martirios
©Viviana Álvarez
De tanto andar andando, descubrió caminos. Supo de noches despojadas y días húmedos. Sació su estómago en hembras al paso. Cuando alcanzó un orgásmico hartazgo, estrechó vínculos con la soledad. Complació imágenes, vivenció paisajes, copuló a oscuras. Cerró puertas, extendió sus manos a obscenidades que pugnaban por traspasarlo.
Vista la cúpula del mundo, sumió sus pertrechos en olvido a la vera de algún camino.
©Viviana Álvarez
si pudiera condensar
átomos en planicies
cerradas
si fuera cascada y no
fuente que desgaja
piedras en
estrecho cauce
si fuera mirlo
para musitar pesares
a una luna esquiva
si tan sólo pudiera
ser roble y no sauce
dejaría de ser
dicotomía
©Viviana Álvarez
Asumiste dudas que colmaban tu alma. Supiste del acaso finales impensados. Cuando vino a tu encuentro el espectro en pos de tu nombre.
©Viviana Álvarez
cuál de todas mis voces
ha de cancelar postigos
quién de las muchas que soy
ha de proferir el grito
que derrumbe hastío
si apenas puedo ser murmullo
entre arenas
y no encuentro la llave
que aleja destierro
©Viviana Álvarez
I
ella, que nada sabe
de complicidades
escribe con sangre
las letras de su nombre
que no recuerda
II
desdibuja llanos
en noches de ansiedad
ella, la desnombrada
recuerda páramos
cuando arrecia la bruma
III
intenta salvarse
de años perdidos
busca en su vaciedad
un instante
que recuerde su latido
IV
transita esteros
de penas
asume fulgores
de astros refugiados
ella, la desnombrada
es ave de presa
sin presa en sus garras
V
pretende espejos
de escenas idas
se busca
se nombra
y de noche
no se halla
©Viviana Álvarez